«Rey Jorge V: ¡Se trata de una crisis de familia!
Duque de York: Papá, no somos una familia, somos una empresa.
Rey Jorge V: ¡Somos la más antigua, la más exitosa corporación del mundo y estar sentados en el trono es nuestro negocio! Pero en cualquier momento podemos perder el trabajo»
No se trata de un diálogo histórico, ni mucho menos, pero hay que agradecerle a David Seidler la inclusión de este pasaje en el laureado filme El discurso del rey, porque creo que refleja con lucidez la verdadera condición de ese arcaico estamento que denominamos monarquía y explica muchos de los movimientos, conductas y escándalos de corrupción que salpican a buena parte de la realeza contemporánea.
Una singular y opaca variedad de empresa público-privada, dinero del contribuyente transmutado en patrimonio familiar a través de un contrato político. Un acuerdo agotado, pues sus contraprestaciones, si alguna vez las hubo, son cada día más exiguas. Se extinguen en una magnitud directamente proporcional al desprestigio político, moral y social que sus propios errores van generando.