Este texto es lo último que escribió, con su puño y letra, Manolo M Almeida en la cama de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Negrín, durante uno de esos días en que su cabeza y su cuerpo andaban ya entre dos mundos. En apenas cuatro meses, a Manolo se lo llevó un cangrejo disfrazado, de los que no dan tiempo a la reacción. Por sorpresa, de forma impactante, inesperada, como el final de cualquiera de sus obras. Y aquí nos quedamos, con la boca abierta por el asombro y con los ojos repletos de lágrimas por la pena. Y con este poema, donde pareciera dar respuestas a nuestras dudas sobre la muerte.
22 de Junio de 2020
Cuando la luz llega ciega de todo
y apaga aquella otra luz que ve encendida
es como una llama que prende el recuerdo
de que una vez fuimos sombra
y de que, sin duda, volveremos a serlo algún día.
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No soy la muerte,
soy la alcahueta de la existencia infinita
(de la finitud abierta).
No soy la muerte,
soy solo de una nueva verdad
la mensajera.
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Cuando todo se reduce a nada,
¿no debería la nada alzarse en todo
y batallar codo con codo
del brazo incombustible de la esperanza?
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Pero, ¿y cómo?
¿Y cómo?, ¿y cómo?
pero, ¿y cómo?
¡Cómo!
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¿Escribiendo a milésima ardiente?
¿Escribiendo a segundo valiente?
¿Escribiendo a minuto ardiente?
¿Escribiendo a hora imposible?
¿Escribiendo hasta el triunfo de la palabra
y la verdad //
sobre la la muerte?
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Y tú,
todo lo que no cabe
en un verso.
Manuel M. Almeida