@dama24

El líder de las alcantarillas

  

Salí de casa (raro en mí) con la determinación del pirado. Diez años después tenía cita con una bella dama. Dama de tablero, la conocí a través de un portal de juegos en Internet, pero la supuse hermosa. Al fin y al cabo, era ella o la vejez, yo mismo o lo que quedaba de de mí.

Nos vimos en un pub. Pregunté al camarero grosero-wapo-esculturista: ¿hay algún rincón reservado?

— Sip.

— Pues me lo va preparando.

— Es que está RE-SER-VA-DO.

— Fale, pues en la barra tampoco se está mal.

Ella se descojonó, si es que una chica puede hacerlo. Pero supe que entre los dos había nacido algo especial: odio. Perdón, no quiero generalizar. Yo la odiaba, ella parecía siquiera percatarse de mi presencia. De hecho, sonreía. A todo el que pasaba. En especial al camarero. Oh, la nuit. Oh, las copas. Es lo que tiene Internet, que en cuanto desconectas te ves a ti mismo como baneado.

La noche era hermosa, para qué negarlo. Y ella también.

Me dije, juer, para una vez que todo sale según se sueña, tampoco vamos a desperdiciarlo.

Demasiado tarde. La noche era hermosa, sí. Y ella también. Pero a mí me quedaba menos ancho de banda que a un muerto, si no era cadáver ya en el momento en que ella se levantó de manos del esculturista y me dijo: cielo, creo que lo nuestro es impossible.

— Impossible?, ¿por qué?

Pero ella no estaba ya para preguntas.

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