Entraron anudados. Él buscando sus regiones húmedas; ella desmontando los botones de su camisa. Tomaron un último trago y se lanzaron a la cama como panteras. Los labios masculinos emprendieron un recorrido apasionado por la piel de su compañera; las manos femeninas acariciaban el miembro enhiesto de su amigo. Entonces sintieron ruido. Una llave en la puerta. Se levantaron sobresaltados. A uno y otro lado de la cama. Sorprendidos, desnudos, vieron entrar a otra pareja. No, no otra pareja. Eran ellos mismos y como ellos mismos entraron anudados. Él buscando sus regiones húmedas; ella desmontando los botones de su camisa. Y luego, otra y otra y otra pareja. Y todos eran ellos, repitiendo exactamente la misma ceremonia. Ya eran docenas, centenares de amantes sorprendidos a uno y otro lado de la cama. «Esto no es amor, es vicio», dijo cada uno de ellos consecutivamente. «Ya te digo», respondieron consecutivamente ellas.
Un saludo,
Manuel M. Almeida
Imagen: Abrazo (Amantes II), de Egon Schiele.