Como bien sabrás si sigues mi actividad en la blogosfera, soy un entusiasta admirador de la técnica fotovideográfica del time-lapse, es decir la expresión del movimiento a través de la exposición continuada de fotografías con el objetivo, en la mayoría de los casos, de mostrarnos esas variaciones apenas imperceptibles del paso del tiempo, tanto en el ámbito natural, como en la vida urbana, observaciones científicas e incluso en el proceso de envejecimiento humano.

Esta técnica se ha ido nutriendo progresivamente de algunas otras bien conocidas en fotografía, como el HDR, el tilt-shift o el hyperlapse, en una constante evolución que da fe de su penetración, vitalidad, versatilidad y perspectivas de futuro.

Hoy me topo con este ‘Boston‘, de apellido layer-lapse, un experimento en el que la vuelta de tuerca consiste en superponer, para cada fotografía o fotograma, distintas capas de la misma imagen tomadas a diferentes horas del día, de tal modo que el tiempo deja de fuir en su su orden natural y pasa a estar sujeto a los ‘caprichos’ del autor. Cada instante puede ser día o noche, crepúsculo o mediodía, incluso una combinación de algunas o todas ellas a la vez.

La técnica, como la mayor parte de las aplicadas al time-lapse, no es en sí novedosa, ni en fotografía ni en time-lapse, así que siento contradecir a quienes aseguran que estamos ante una obra revolucionaria. Ya hace dos años -y ni siquiera me atrevo a decir que fuese la primera- dábamos cuenta en Mangas Verdes de un ‘New York. Day and Night‘ realizado con un procedimiento muy similar y, en definitiva, buscando el mismo efecto. Incluso hay una app llamada precisamente Layer Lapse dedicada específicamente a esto.

Eso no es óbice, desde luego, para valorar la impresionante belleza de esta entrega y el talento de su creador, Julian Tryba, que ha invertido 100 horas en tareas de campo, 300 horas en edición y 150.000 archivos de imagen en este sensacional proyecto.

Me encanta, desde luego, pero la novedad es más bien relativa. Puede que Tryba haya refinado y perfeccionado la técnica, incluso podemos otorgarle -dejando a un lado la app- el honor de haber bautizado el método pero, como digo, tanto en el concepto, como en el efecto buscado y el procedimiento empleado, antecedentes haberlos, haylos.

Manuel M. Almeida (Las Palmas de Gran Canaria, 1962) es periodista y escritor. Ha publicado las novelas ‘Tres en raya’ (1998, Alba Editorial) —finalista del Premio Internacional Alba/Editorial Prensa Canaria, 1997—, ‘Evanescencia’ (Mercurio Editorial, 2017) y 'El Manifiesto Ñ' (Editorial Siete Islas, 2018), así como las colecciones de relatos ‘El líder de las alcantarillas’ (Amazon, 2016) y ‘Cuentos mínimos’ (Mercurio Editorial, 2017), además de poesía y narrativa recogida en su blog mmeida.com, redes sociales, revistas y periódicos. De 2004 a 2014 mantuvo el blog mangaverdes.es, con el que cosechó seis premios internacionales, entre ellos al Mejor Comunicador en Internet (Asociación de Usuarios de Internet, 2010). Como periodista ha trabajado, entre otros medios, en Cadena 100, ‘La Gaceta de Las Palmas’, ‘La Provincia’, revista ‘Anarda’, ‘La Tribuna de Canarias’, ‘El Mundo/La Gaceta de Canarias’ o ‘Canarias7’, ejerciendo en los tres últimos el puesto de subdirector. Ha publicado dos trabajos discográficos como cantautor, ‘Nueva semilla’ (Diva Records, 1990) y ‘En movimiento’ (Chistera, 1992). Actualmente dirige DRAGARIA. Revista canaria de literatura.