«El papel de escritor es inseparable de difíciles deberes. Por definición no puede ponerse al servicio de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la sufren. (…) Las dos tareas que constituyen la grandeza de su oficio: el servicio a la verdad, y el servicio a la libertad. Y puesto que su vocación consiste en reunir al mayor número posible de hombres, no puede acomodarse a la mentira ni a la servidumbre porque, donde reinan, crece el aislamiento. Cualesquiera que sean nuestras flaquezas personales, la nobleza de nuestro oficio arraigará siempre en dos imperativos difíciles de mantener: la negativa a mentir respecto de lo que se sabe y la resistencia ante la opresión».
Se cumplen hoy 102 años del nacimiento del periodista, escritor y filósofo francés Albert Camus, y me ha parecido conveniente anotar por aquí este mensaje incluido en el discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura que se le otorgó en 1957.
Son razones ciertas y estimulantes, una brújula acerca de la condición y el propósito de escribir que hay que tener siempre bien a mano, especialmente en tiempos, como éstos, tan dados a la indolencia, el impudor y la servidumbre.