Tenía un alto concepto de la lealtad, y tatuado en pecho y espalda dos lemas: 'Los enemigos de mis amigos son mis enemigos' y 'Quien no está contigo está contra mí'. Por eso, a sus rencores íntimos había ido añadiendo desde pequeña rencores prestados, en una espiral de antipatías que la hacía sentirse con discreto orgullo la más devota aliada entre sus aliados. Primero odió a quienes odiaban sus padres y hermanitos. Luego extendió su solidaridad al resto de la familia. A los amigos y amigas más cercanos. A la pandilla. Después a su novio-marido. Pronto aprendió a odiar de oídas en niveles yuxtapuestos cada vez más distanciados. Alguien le decía que Fulanito era odioso, y comenzaba a odiar a Fulanito. Alguien le decía que alguien le había dicho que Menganita era detestable, y adiós Menganito. Alguien le decía que alguien le había dicho que alguien comentaba que Zutanito era repelente, y pobre de Zutanito. Y dado que en las conexiones humanas apenas hay seis grados de separación, llegó a adquirir la facultad de odiar a gente sin rostro ni nombre en China, Australia, Perú, Rusia, Ghana o Groenlandia, gente que siquiera conocía en lugares en los que siquiera había estado. A gente de todo el mundo, e incluso puede que a todo el mundo. Así fue como una tarde bastó con que alguien le dijera que [alguien le había dicho que alguien le comentó que alguien le habría soplado que (…) alguien le pudo haber confesado que no-sé-quién era de un abominable infinito] para comenzar a odiar en el acto a esa no-sé-quién con todas sus fuerzas, con un odio curtido, entregado, corrosivo, visceral. Ignoraba –y aún ignora– que esa despreciable no-sé-quién sin rostro ni nombre en realidad era ella. Y así fue cómo comenzó a odiarse a sí misma, víctima de un tragicómico efecto bumerán, en un caso paraclínico que bien podría considerarse, al menos con los datos de los que disponemos hasta la fecha, si no la más grande, sí una de las más excesivas y desatinadas demostraciones de lealtad.

Un saludo,
Manuel M. Almeida

Imagen: Andrew Gimino

Manuel M. Almeida (Las Palmas de Gran Canaria, 1962) es periodista y escritor. Ha publicado las novelas ‘Tres en raya’ (1998, Alba Editorial) —finalista del Premio Internacional Alba/Editorial Prensa Canaria, 1997—, ‘Evanescencia’ (Mercurio Editorial, 2017) y 'El Manifiesto Ñ' (Editorial Siete Islas, 2018), así como las colecciones de relatos ‘El líder de las alcantarillas’ (Amazon, 2016) y ‘Cuentos mínimos’ (Mercurio Editorial, 2017), además de poesía y narrativa recogida en su blog mmeida.com, redes sociales, revistas y periódicos. De 2004 a 2014 mantuvo el blog mangaverdes.es, con el que cosechó seis premios internacionales, entre ellos al Mejor Comunicador en Internet (Asociación de Usuarios de Internet, 2010). Como periodista ha trabajado, entre otros medios, en Cadena 100, ‘La Gaceta de Las Palmas’, ‘La Provincia’, revista ‘Anarda’, ‘La Tribuna de Canarias’, ‘El Mundo/La Gaceta de Canarias’ o ‘Canarias7’, ejerciendo en los tres últimos el puesto de subdirector. Ha publicado dos trabajos discográficos como cantautor, ‘Nueva semilla’ (Diva Records, 1990) y ‘En movimiento’ (Chistera, 1992). Actualmente dirige DRAGARIA. Revista canaria de literatura.

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