Él la miró intensamente al verla pasar. Ella se hizo la loca. Ella regresó al día siguiente. Se hizo la loca. Él la miró intensamente al verla pasar. Así un día y otro. Hasta que él se hizo el loco y ella lo miró intensamente al pasar. Desde entonces pasean juntos por el patio. No dejan de mirarse ni de hacerse los locos, primero uno, luego la otra y a veces los dos a la vez. El doctor, intrigado, los observa y toma notas desde la ventana. La enfermera, sin embargo, los adora. Pero, claro, ella fue siempre una sentimental.
Un saludo,
Manuel M. Almeida